Palacio de Miraflores, Caracas.- Desesperados por fabricar un subterfugio para la guerra y una intervención militar en el país, los asalariados venezolanos del hegemón norteamericano y los jefes del Pentágono a merced de la Casa Blanca, establecieron el 23 de febrero de 2019, una operación de falsa bandera, un falso positivo.
Se trató de una supuesta ayuda humanitaria que pasaría por la frontera colombo – venezolana, específicamente por el Puente Internacional Tienditas, ubicado en el municipio Pedro María Ureña en el estado Táchira.
“El juego cambio y la ayuda humanitaria entra sí o sí y la usurpación cesa sí o sí en Venezuela” decía sin cansancio el autoproclamado, Juan Guaidó.
Una vez más, Venezuela enfrentaba una agresión imperialista que fue derrotada por el sentimiento libertario que conduce a esta nación y que no está dispuesto a ceder su soberanía.
El despliegue y la cobertura de los medios de comunicación de la ultraderecha del mundo, se hicieron presentes al otro lado del puente, en Cúcuta, y pronto se sabría que se trataba de un infeliz show que gravitó con la viralización en las redes sociales de una falsa matriz que buscaba penetrar en el imaginario colectivo para dar la sensación de caos y violencia que permitiera la injerencia imperial.
El fracaso les llegó temprano. Con la anuencia de los presidentes y autoridades de Colombia, Chile, Estados Unidos y de la Organización de Estados Americanos (OEA), se pretendió fortalecer la imagen de un presidente autoproclamado, al que en los días siguientes la prensa de la ultraderecha mundial le propinaría una derrota moral, al develarse el guión que consistía – sin disimulo alguno- en embolsillarse las jugosas cantidades de dinero entregadas al escuadrón del partido Voluntad Popular y sus aliados, por parte de las finanzas estadounidenses y comenzaba a revelarse entonces una escandalosa red de corrupción.
Los medios daban cuenta de las relaciones de gastos en los grandes hoteles colombianos, tiendas lujosas, discotecas y fiestas ostentosas de los dirigentes políticos venezolanos que percibían los fondos de la supuesta ayuda humanitaria, y que originalmente debía ser asignado a los venezolanos que ellos mismos habían afectado pidiendo sanciones y bloqueos financieros en el mundo contra el país y poniendo en marcha una guerra multiforme.
La supuesta ayuda humanitaria, que en parte era coordinada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), más tarde fue develada y quedaron pruebas irrefutables de las armas que pretendían ingresar a la República en los camiones que ardieron en llamas en territorio colombiano para justificar un nuevo fracaso de la política golpista.
Un reducido grupo de militares desertores, sin amparo financiero y desalojados de los hoteles donde se hospedaban, reclamaban en Cúcuta, el abandono de un falso presidente y su moral sucumbía ante la opinión pública internacional; mientras que los encargados por Voluntad Popular de los aspectos logísticos y de seguridad de los uniformados se sumaron al entramado de la malversación de los fondos.
Pero no solo la mediática y los hechos develaban la pudredumbre, pues el representante del autoproclamado en Colombia, Humberto Calderón Berti, hizo lo propio al decir que “personas designadas por Guaidó, de su entorno, manejaron recursos –en los que- había una serie de contradicciones, de facturas, de documentos (…) Yo lo llevé a la Fiscalía. Como había gente vinculada al círculo de Guaidó, pues no les agradó”.
La supuesta ayuda humanitaria, una vez convertida en un escándalo de corrupción, paso a ser un caos para el gobierno de Colombia.
Se desataba una sería violencia en la frontera del país neogranadino con bandas armadas que reclaman a Voluntad Popular un pago que nunca llegó. Mientras algún resto de alimentos o provisiones daba cuenta de una inmensa improvisación y de los errores políticos de la ultraderecha venezolana que buscaba derrocar al gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro.
El fraude, la malversación de fondos, el desvió de los recursos de los ciudadanos estadounidenses que fueron sorprendidos en su buena fe, componen el expediente negro de un final de un experimento que solo favoreció las arcas de la nueva burguesía parasitaria venezolana.
Del lado de Venezuela, reinó la paz. El presidente constitucional Nicolás Maduro, junto a las Fuerza Armada Nacional Bolivariana y el pueblo todo, se mantuvo incólume ante esta nueva agresión y levantó las banderas de victoria patria y de la defensa de la soberanía. Se escribía un nuevo capítulo de la historia con dignidad.
Prensa Presidencial / Yndira López